Eso es lo que está pasando en Venezuela: tanto el hecho de que pueda darse el referendo revocatorio en 2016 como de que pueda darse en el 2017, o de que no pueda darse en lo absoluto. Al final, todo es un rumor, una especulación. A partir de ahí, todos estamos sacando análisis de la situación político-social como si tuviésemos bases reales de dónde hacerlo y que no sea pura imaginación. Realmente no sabemos qué es lo que va a pasar, y sobre todo porque desde el ejecutivo la orden es clara hacia el CNE: «No va a haber revocatorio.» Ahora, esto no es un absoluto, ni es algo escrito en piedra. Las condiciones son eso, condicionales, y dependen de las diferentes variables para determinar su desenlace. Eso sí es algo que está claro, porque hay diferentes escenarios que podemos plantearnos. Por ejemplo, no veo al presidente Nicolás Maduro aguantando 5 millones en la etapa del 20%. Si la arremetida es brutal en esa fecha de octubre, se demostraría definitivamente a la opinión internacional el desprecio general que tenemos como sociedad contra el gran creador del hambre y la pobreza, que son el verdadero vocero de este régimen de mil cabezas. Al mismo tiempo, esto debe ir acompañado de la acción más contundente de todas: la protesta pacífica pero masiva, amparada por nuestra Constitución. Las herramientas para salir de esta desgracia llamada chavismo están ahí. Voto y calle, calle y voto. Desde el 2014 miles de jóvenes se adueñaron de las calles, mostrando el descontento generalizado con una gran valentía. Y estoy siendo modesto al usar la palabra «descontento», ya que la ausencia absoluta de futuro y la falta de garantía de vida hacen que cualquiera pierda la calma; y eso es lo que nos puede venir el primero de septiembre.
Estos soldados de franela -como los bautizó un querido amigo- tuvieron que enfrentar actuaciones desmedidas de represión por parte de diferentes cuerpos de seguridad del Estado; todo el peso de la ley de un palacio de justicia rojo y 42 muertes a manos de efectivos, colectivos y demás delincuentes bañados en impunidad. En esa oportunidad, se les tildó de «radicales», muchos políticos les dieron la espalda y trataron de desligarse de ellos en una complacencia extraña que la oposición a veces le concede al régimen. Hoy los recuerdo con admiración, valientes que conocí en cada centro de reclusión que visité. Pero el clima de hoy día no puede seguir la misma vía, a Maduro se le hace agua la boca cada vez que se acercan los días para la gran toma de Caracas y recuerda el 2014, porque tendría la excusa perfecta para detener el proceso del revocatorio, y con la ayuda de Reverol aplicar la mayor y más brutal represión contra la disidencia. Se debe ir a las calles de forma pacífica, no darles el gusto a los dictadores de caer en su eterno juego de la victimización, que puedan decir a gritos: «Pobrecito yo».
¡Ya basta! Perdamos el miedo, veamos a la cara del régimen y digamos que no los queremos más. ¿Tú te calas 3 años más de chavismo? ¿De hambre y miseria? ¿De muerte y hampa? ¡Yo no! Y por eso, en el ejercicio de mis derechos constitucionales, voy el primero de septiembre a decirles que no los quiero