Cuando alguien me pregunta, ¿cómo ves el país?, ¿cómo ves la cosa?, me cuesta responder y no porque me falte la capacidad de entender que el barranco por el cual ha decidido lanzarse el régimen tiene un fondo cercano. Me cuesta, no porque el calor de la calle sea poco evidente cuando en las colas, por comida o medicinas, muere gente de formas diferentes. Me cuenta, no porque el macabro guion mezquino y desalmado del desamparo a la sociedad, por parte del Estado sea difícil de captar – que no lo es -. Me cuesta responder porque no encuentro una forma de analizar de manera esperanzada, comprensiva y en camaradería la actuación de una oposición pasiva, apaciguadora y desconectada de la realidad.
Las respuesta de los grandes dirigentes de la MUD ante los ataques descarados, ilegales e inconstitucionales del Gobierno han sido, por ser amable, sonsas. Los «llamados a la calle» no han sido más que un despliegue de estrellas dando discursos políticos para que los pocos medios que quedan puedan tomar fotos, sacar vídeos, destacar algunas citas de frases épicas pero sin injerencia real, y para que las tropas de camisas de colores partidistas con bordados de eslóganes puedan hacerse selfies y conseguir «likes» en Instagram. No puede ser que nuestra lucha ante un Estado forajido sea un maldito selfie con la camisa aurinegra, naranja o blanca adeca. Me cuesta procesarlo amablemente, me cuesta hablar de esto educadamente, me cuesta darle esperanza a otro cuando los que me producían ese sentir están ocupados gritando: «¡foto!».
Sin querer llevar a menos a nadie, señores dirigentes, pero si mis letras traspasan la burbuja, entiendan que la gente se está muriendo por falta de medicinas, las cuales no llegan por culpa de un supuesto Gobierno que, por acción u omisión, es responsable directo de la crisis humanitaria. No es solo repetir como loro, es tomar acciones, informar a la gente de sus derechos y liderarlos para que exijan…
La calle no es un salón lleno de cámaras; exigir derechos no es tuitear mientras el chófer te lleva de un compromiso a otro. Esto es una lucha de vida o muerte para la mayoría de los venezolanos, en la que en cualquier momento ganará una bala amparada por la impunidad que, obviamente, es promovida por el Estado. O, peor aún: ganará una enfermedad desatendida. Es hora de organizarnos, es hora de gritarle al poder que no lo queremos más, es hora de hacer cumplir nuestra Constitución. Es hora de salvar vidas, de apagar las cámaras, bajar el celular para subir el puño y gritar libertad.
Desde el momento en que nos levantamos, sin quitar las lagañas de nuestros ojos, bombardeamos nuestra psiquis con el contenido de un aparato celular. La luz incandescente penetra la córnea hasta violar la corteza cerebral y empieza a inyectar información negativa de todas las tragedias que el momento histórico por el cual atraviesa Venezuela nos brinda. Es, simplemente, una sobredosis de miseria, hambre, pobreza, corrupción, mezquindad, desesperación y muerte. Sangre, linchamiento, robo, asesinato, políticos presos por actuar, presos endiosados por matar. ¡Boom! Lo estoy haciendo otra vez, estoy vaciando todo lo que destruye en estas primeras líneas para que en las siguientes paginas puedas disfrutar lo que construye, lo que hace un país, que aunque muchos equivocados piensen, no se basa en su geografía sino en su gente: El Ávila, las playas, el clima o el salto Ángel no nos definen, es un mapa, es todo y es nada en esta coyuntura tan complicada. Las mujeres más bellas es sólo genética, y un poco de estética. En cambio la República es de la inteligencia, del ser humano, de la convivencia, de la idea, del pensar, de expresarla, de alimentar el alma y sembrar conciencia.
Es por eso, que no podemos hablar de la crisis humanitaria en salud, promovida desde el Estado, sin mencionar a Doctor Yaso. Y es que, son culpables, culpables de brindar sonrisas a los niños que en hospitales, privados de cualquier solución médica a su padecimiento, pasan sus días más oscuros riendo con el Dr. CasiMiro. O cómo tratar el tema de la fuga de cerebros sin hablar con Alicia Hernández, quien hace mucho escapó su periodismo nativo en España para instalarlo en Venezuela. Es complicado abordar el tema del embarazo adolescente sin contar que con la lírica del rap, la fundación ArmoCultura enseña cómo evitar que te llamen papá o mamá sin siquiera ser mayor de edad. A veces nos frustramos con la delincuencia, sobre todo con su desenlace y es por eso que conversar con Roberto Patiño nos lleva a entender a Caracas como nuestro convive, mi convive, donde del mayor dolor podemos transformar el odio en acciones positivas. En fin, eso hacemos, en estas páginas, en radio con lo mejor de la música con actitud, en televisión, por nuestra APP, redes, en las organizaciones y en todos lados. Sabemos que has oído hablar de los problemas, nosotros te enseñamos quienes plantean soluciones. Somos el grito del que no tiene voz… somos Humano Derecho.
Debo contarles algo personal. Crecí en Montalbán y aunque no es un barrio directamente, sí está rodeado de varios. Por un lado Antímano, por el otro La Vega; bien cerquita también está La Coromoto y la un poco más allá El Guarataro. Esto hizo que me formara – y viviera – en una suerte de limbo social: para los sifrinos siempre he sido un malandro y para los malandros soy un sifrino. Así de simple.
Durante mi adolescencia viví en una Venezuela muy diferente a la que tenemos hoy, una de las cosas que me daba más miedo de andar en la calle era el regaño de mi mamá por andar inventando. Tuve la oportunidad de presenciar varios linchamientos, ya que bueno, el crimen siempre ha existido y la gente arrecha también. Debo salvar las distancias de la brutalidad de los delitos y la forma dantesca en la que el hampa arremete contra sus víctimas. Pero sí, un celular, un par de zapatos o una billetera a mis 15 años eran objeto de deseo para los choros. Esto provocaba que la colectividad se uniera, atrapara a los malandritos y en cambote los golpearan. En serio, recuerdo haberlo visto al menos unas 20 veces – durante mi niñez y adolescencia – a la luz del día y de manera casi tan brutal como hoy.
Hay varios factores a considerar: el primero es que este acto medieval de linchar como si fuese una piñata a una persona que, presuntamente, ha cometido un delito, estuvo calmado por mucho tiempo, en principio por el desmedido crecimiento en el armamento y mezquindad de los delincuentes. Nadie se atrevía a reaccionar por miedo a la muerte. El segundo factor es que a mis 15 no existía una cámara en cada bolsillo de los ciudadanos, es por esto que veo con asombro a estos intentos de políticos que comparten en sus redes los vídeos de estos linchamientos con titulares escandalosos: «El gobierno va a caer», «esto está que estalla». Y veo aun más con asombro que un contemporáneo nunca haya presenciado algo así.
Esto siempre ha pasado, solo que ahora se graba y se hace viral. Lo que de verdad se debe ver no es que esto sea un síntoma de la caída del régimen, en realidad es una consecuencia provocada desde arriba. Un ejemplo: hoy en día la misma GN se desliga de sus responsabilidades y entrega a los capturados para que sean golpeadas por la gente, y por ende, la gente poco a poco se va convirtiendo en lo que tanto critican: en delincuentes. Con esto el Estado se lava las manos y tú te las ensucias de sangre. La venganza jamás será el sinónimo de justicia. No seas parte de las barbarie, no seas un criminal. Es en estos momentos de degradación social cuando debemos esforzarnos en ser mejores seres humanos.
Para celebrar el día de la mujer quiero recordar las palabras del presidente Nicólas Maduro en una de las últimas cadenas de radio y televisión que dio a la nación: «Yo juro dedicarme a la dedicación exclusiva». Ya después de ahí no pude seguir escuchando, sobre todo porque al mismo tiempo en la Asamblea Nacional se estaba discutiendo sobre la masacre de Tumeremo; este trágico hecho donde 23 personas de las minas en Bolívar desaparecieron. Familiares y testigos señalan a diferentes cuerpos de seguridad del Estado como autores materiales del suceso. Subo el volumen nuevamente, escucho a una locutora que se gana la vida haciendo resumen de lo dicho por Maduro – solo pudo redundar como él – en que «Es el único presidente que ha logrado mantener la paz durante una guerra». ¿Cuál guerra? Pensé que se hablaría del aborto, derechos laborales, derechos reproductivos… Pero no, era ¡Viva Chávez! ¡Viva Maduro!.
Cuesta pensar que en un país «socialista», temas tan importantes como la salud reproductiva de sus pre adolescentes, adolescentes y mujeres adultas no se discuta con seriedad, sobre todo cuando en Venezuela las estadísticas dicen que somos el número 1 en Suramérica, terceros en Latinoamérica y sextos del mundo en embarazo precoz, donde quien se haya embarazado antes de los 15 años, tiene un 62% de probabilidades de repetirlo antes de los 18. Vaya, cuánto progreso hemos hecho. La verdad es que la intencionalidad de le hegemonía comunicacional esta semana se ha encargado de enmudecer, como siempre, lo que le incomoda. Justo cuando desarrollo estas líneas, en la Asamblea se hace una sesión especial en conmemoración al día de la mujer; pues bien, nuevamente cadena. Cuando se reivindica el derecho de María Corina Machado a hablar ante el Parlamento, desde el Ejecutivo se enmudece ante al pueblo, y cuando desde el podio se exige la renuncia como clamor popular, eso se te oculta al pueblo.
Así juega el oficialismo: entre el miedo, la mudez y la mentira, como Juan Barreto, visto en México por un famoso caricaturista venezolano llamado Ed Vill, quien aprovecha la casualidad para preguntarle en vídeo si estaba de vacaciones y viajando con CADIVI, a lo que el ex alcalde respondió: «Viajé con los reales que me robé de tu papá». No una sino dos veces lo dijo, para luego llamar a un policia cerca y decir que estaba siendo agredido, que Ed lo llamó corrupto y marico, y demás cosas que balbucea mientras miente a las autoridades del aeropuerto. Es su modus operandi: tira la piedra y esconde la mano. La eterna victimización de la pantomima de la izquierda forjada por estos personajes salitrosos que han carcomido nuestras riquezas, los derechos y la cultura. Pero mientras sigan intentando destruir una voz, otros cientos replicaremos el mensajes. Ese es el deber que tenemos en este momentos histórico: denunciar, nunca callar.
Como un amigo decía hace poco: «Tú partes del principio de que son inteligentes, por eso no entiendes lo que pasa.» Esto, justificando de alguna forma las decisiones de quienes gobiernan al país y, si a ver vamos, debe tener razón; por lo mínimo, mucha luz no han de tener, aunque no culpemos al Guri, sino a años de revanchismo y patanería ideológica «pastichera»
Escribo esto desde la más profunda indignación. ¿Cómo es posible que exista un «ministerio de agricultura urbana»? Toda una estructura burocrática e inerte pretende que los ciudadanos suplantemos la adquisición de productos en establecimientos con la siembra y creación de conucos en casa. Es cinismo del más puro ¡Por favor!, este tipo de cosas son una elección, no deben ser nunca una necesidad. ¿Cómo es posible que de no haber pollo en el mercado, inciten al criadero en casa? ¿Qué paso con las más de 5 millones de hectáreas de tierra productiva que exportó el Gobierno?
Ni en el colegio se me dio el germinador de caraotas en frascos de comportas y por los vientos que soplan, a mi hijo tampoco se la darán, porque no hay ni una ni la otra. ¡Ni la experiencia del fracaso como agricultor va a poder disfrutar! Y pretenden que convierta mi casa en una mini finca ya que lo único que producen es inflación y misera. Esto me lleva a preguntar: ¿cuál casa? Venezuela es el país de la herencia. Los jóvenes no solo se van por la falta de oportunidades, la delincuencia, la impunidad, la inflación, la escasez, o el simple hartazgo de tener que soportar a estos indolentes bailando el carnaval en cadena nacional, mientras hay niños que pidan medicinas oncológicas a gritos de dolor. También se van porque es imposible y, repito, imposible para alguien adquirir o rentar una vivienda digna donde forjar un futuro. El salario simplemente no da. ¿Dónde diablos vamos a sembrar? ¿En la ventana con la ropa guindada gracias a que no se consigue el repuesto de la secadora? O quizá podríamos hacerlo al lado de la cuna del nuevo sobrino, cuyos padres duermes en la colchoneta al lado de la cama de la abuela. Está bien, utilicemos el único baño del apartamento para los pollos; total, hace rato que para bañarse no es tan útil.
La desconexión de nuestra dirigencia con el padecer nacional es tal, que cuando Maduro en cadena, entre los chistes menos carismáticos que existen, lanzó la pregunta a si tren ministerial para darle introducción al aumento del precio de la gasolina: «¿Qué cuesta hoy 2 bolos?», algún zángano gritó: «¡un Toronto!»… Me disculpan el «francés», pero ¡el recontra coño de su madre! ¡Un Toronto cuesta por lo menos 140! Ojo, si lo consigues. Todavía hay quien aplaude a la ministra de agricultura urbana, muy ecosocialista. Ministra, con todo respeto, vaya y plántese en el Amazonas o en la Sierra de Perijá, donde el Estado, en un accionar desesperado por salir de la crisis que la corrupción ha dejado, ha empeñado en la minería nuestro medio ambiente y la vida de nuestras comunidades indígenas. Yo le presto la maceta para que se siembre allá.
Cuando vi el cartel de la celebración carnavalesca ofrecida por la Alcaldía de Guanta, dirigida por el representante del PSUV, Jonathan Marín, lo concebí como el afiche oficial del decreto de emergencia económica, es básicamente, una radiografía de la política del Estado, mucho circo, poco pan. El problema es que los payasos terminamos siendo los ciudadanos. Aun no logramos sacar de nuestra idiosincrasia ese compartimiento que mostraban las viejas publicidades de cigarrillo, donde todo era rumba, mujeres, risas y diversión en la playa, con tan solo darle una bocanada al humo negro que te vendían. Seguimos consumiendo el humo, aunque venga en otra presentación.
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Leímos sobre disturbios durante el concierto de Maluma, lo que más sorprendía, no era el artista o el suceso, sino que demasiados no sabían ni que era Guanta, Los disparos en eventos, avalanchas humanas, mala organización, despilfarro e incongruencias ya no sorprenden, sobre todo cuando a cambio obtenemos un poco de diversión. Esto traduce lo que pasó en el estado Anzoátegui. Nunca pensé que escribiría este nombre dos veces en un párrafo, pero, Maluma, es un reggaetonero de Colombia muy pegado y favorito del chavismo/boliburguesia, recuerdo fotos de él abrazando a Vielma Mora o a los hijos del famoso dueño de medios ligado al gobierno revolucionario.
También me gusta recordar que por show privado cobra unos 160.000 dólares y que cuando la presentación es publica puede alcanzar la exorbitante cifra de 250K, eso sin contar los 14 pasajes de avión de su staff con la estadía en hoteles 5 estrellas o boutique.
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Comento lo que cuesta, porque no se entiende cómo se pueden cancelar tales sumas de dinero en dólares para una celebración en un país con control cambiario; donde el Ejecutivo trata de imponer un decreto de emergencia económica, donde se viven esquivando deudas como los venezolanos esquivamos balas, y ningún hospital o afín está abastecido de los insumos básicos. Un país donde las personas tenemos que hacer largas filas para comprar comida, donde las fuerzas de seguridad están a merced del hampa, donde el índice de Bloomberg nos posiciona con la más alta proyección de miseria para el año 2016. No se entiende.
En declaraciones, el Alcalde, dice que la inversión para los agasajos fue privada, eso abre más preguntas, si fuese dinero de la Alcaldía se diría simplemente que son unos irresponsables botando el dinero en fiesta. Pero al ser plata de particulares es peor. ¿Quién aquí maneja esas cifras en dólares?, ¿Por qué «donarlas» a una celebración?, Guanta con su puerto ¿Estará beneficiando a los «inversionistas» del Carnaval a cambio? De ser ciertas las palabras de Marín, apunta a posible corrupción o dinero aún más sucio.
En fin, citando al «poeta» de Medellin, a quien en conceptos de la
Alcaldía de Guanta vale la pena pagar alrededor de 250.000 dólares por su show,
pareciera que el Gobierno «nos está provocando, para que así suba, la
temperatura»
Entre las constantes injusticias que puede vivir el venezolano, hay un gran grupo de personas que trabajan con las uñas, con pasión y esperanza para ver que los derechos naturales sean bandera en un país donde la injusticia parece reinar. A continuación, les presentamos tres personajes que tienen un origen muy distinto, pero que los aconteceres los llevó a encontrarse mientras defendían los derechos humanos de los más afligidos.
Hoy, 10 de diciembre de 2015, se cumple 67 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que tuvo lugar en la ciudad de París durante 1948. Aunque suene a un antecedente muy lejano, es allí donde se encuentra la raíz de la pasión de tres personajes actuales que defienden los principios que nacieron hace 67 años en la Capital de las luces.
Melanio Escobar, es uno de estos personajes. El activista de derechos humanos es periodista. Pasó de organizar eventos musicales y escribir reportajes irreverentes en un semanario juvenil, a presentarse en conferencias frente a juristas. Sus tatuajes no le restaron seriedad. Cuenta que llegó al mundo de la defensoría “de golpe”, pues se vio envuelto en las detenciones arbitrarias durante las manifestaciones de 2014 en Venezuela, mientras intentaba buscar a un amigo que desapareció después de una marcha.
Con una manera de ser muy formal, está Nizar El Fakih, un joven abogado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) que lleva ocho años -desde que era estudiante- defendiendo los derechos humanos. Hoy es especialista en las leyes que los defienden.
Su salto profesional, al igual que el de Melanio, se dio en el 2014 tras defender a 1.200 estudiantes que fueron detenidos “infundadamente”, según recalcó, durante las protestas antigubernamentales que se desataron en febrero. Ha sido reconocido por su participación en organizaciones internacionales durante la actual coyuntura social venezolana. Así, asegura, busca aportar su “grano de arena”.
Feliciano Reyna, es el tercer protagonista de este breve relato. El arquitecto, que siempre tiene una sonrisa en la cara, cuenta con 20 años de experiencia protectora que comenzaron con la pérdida de algunos amigos y de su pareja, fallecidos por los efectos del VIH/Sida. A pesar de que su lucha principal es apoyar a las personas infectadas por esta enfermedad, Venezuela lo llevó a “hacer redes por todos lados” y prestar sus servicios ante la incidencia pública.
Es así, como estos tres hombres forman parte de un gran grupo de organizaciones no gubernamentales (ONG) y defensores independientes que luchan para que la problemática de varios grupos sociales de Venezuela tenga cabida en las decisiones de los que tienen el poder.
El complejo camino de defender los derechos humanos
Como dice Nizar: “Trabajar con derechos humanos a veces es muy ingrato”. Quienes son veladores de que se siga respetando la declaración de 1948, son muchas veces atacados y acosados.
Melanio, luego de un suspiro profundo, expresó que la labor de defensoría de derechos humanos “da mucho miedo en un país como este. Es un camino que se recorre solo”. Cuenta que durante el auge de las manifestaciones de 2014, grupos antisociales le espicharon los cauchos de su carro antes de que saliera a buscar a unos muchachos en un centro de detenciones. Ha sufrido agresiones a sus familiares y amenazas de muerte.
“Esto último fue denunciado ante la fiscalía, pero ésta desestimó el caso sin siquiera tomarme las declaraciones”. Nizar, abogado de Melanio en el caso de su amenaza de muerte, no ha enfrentado ningún tipo de acoso o situación irregular personal mientras realiza su trabajo. Sin embargo, dice que: “Hay un contexto complejo en donde tenemos que desenvolvernos porque todos vivimos envueltos en una atmósfera de criminalidad. Los activistas, muchas veces decimos cosas que algunos no quieren escuchar y hay personas que creen que la violencia puede ser el camino para silenciar esa voz”.
Feliciano también se ha encontrado en situaciones complicadas. Todo empezó con un robo de equipos en marzo de este año, pero la intimidación pasó a mayores cuando fue perseguido desde el aeropuerto internacional por efectivos sin identificación que se encontraban en zonas restringidas del terminal. Cuando viaja le hacen un chequeo más largo de la cuenta. “En una ocasión dos funcionarios me dijeron que les daba mucha pena hacerme pasar por esa revisión pero que era una instrucción para molestar y para hacerme perder tiempo”.
A pesar de que sus casos personales parecen ser aislados, el trabajo de estos tres defensores se ve frenado por un mismo muro: la poca articulación de las organizaciones no gubernamentales con el Estado para mejorar la calidad de vida de los venezolanos.
Feliciano, quien tiene más experiencia en el área de la defensoría dentro de este trío, recuerda con nostalgia que hace diez años era normal reunirse con ministros y directivos de instituciones públicas para discutir y buscar soluciones a problemas que debían ser atacados con políticas públicas. Sin embargo, lo que ve ahora junto a Nizar, es un cierre absoluto del diálogo: “Son las dificultades tradicionales que se ven cuando hay un Estado que no está dispuesto a abrir los canales de entendimiento, que no está dispuesto a escuchar esa sociedad civil que está manifestando”.
Una agenda apretada e intermitente
En un país como Venezuela, ponerle el pecho a la defensoría de los derechos humanos es una tarea que necesita dedicación y disponibilidad de horario las 24 horas del día y los siete días de la semana.
“Por más que tengas una programación semestral o anual, van surgiendo todos los días focos y problemas en donde te necesitan o en donde tu trabajo es realmente necesario” dice Nizar. No importa si en la agenda tienes reservadas tres horas para registrar y documentar hechos irregulares, el activismo, como dice el abogado, es un “trabajo que consume mucho porque tienes que atender a la víctima en el momento en el que está sufriendo una situación y en ese momento es donde eres necesario, no después”.
Así mismo sucede con Feliciano. La agenda de este noctámbulo comienza en las oficinas de Acción Solidaria, una organización no gubernamental que promueve que quienes vivan con VIH/Sida cuenten con los recursos necesarios para llevar una vida activa sin ser discriminados. Se levanta temprano, y su labor se divide en prepararse para ofrecer un taller casi todas las semanas, haciendo conferencias internacionales por Skype (cuando no le toca alguno de los ocho viajes al exterior que le son obligatorios por trabajo). También debe encontrar espacio para hablar en diversos medios de comunicación en días especiales como el “Día Internacional de la Acción Contra el Sida”. Asegura que la conexión con la gente que se acerca al centro de apoyo no puede faltar, es lo que lo mantiene, insiste, “con los pies pegados en la cotidianidad de lo que pasa en la vida de las personas”.
Quien tiene un itinerario más estricto es Melanio. Su programa de televisión digital en VivoPlay y su espacio en la radio de RunRunes son actividades que manejan una pauta fija. Mata tigres produciendo material audiovisual en su oficina, mientras que eso “no le ocupe demasiado tiempo”. Eso sí, nunca deja por fuera su proyecto “Redes Ayuda”, una aplicación en donde se registra un mercado virtual para la compra y venta de medicinas, alimentos y productos que escasean, sin dar paso al bachaquerismo: “Tal vez no tengas la opción de regalar el paquete de pañales que compraste, pero si lo puedes vender al precio que lo adquiriste”, dice.
Estas agendas bastante apretadas, con sus diferencias, coinciden en la labor de defensoría que los tres tienen. Aunque estas labores no aumentan los bolsillos de los comprometidos voluntarios, Feliciano propone una idea que puede ser copiada por las diferentes ONGs que surgen en Venezuela: “Una organización debe ser pensada en un mediano plazo también como un espacio en quienes ahí trabajan, tenga una remuneración”. Él asegura que en Acción Solidaria han levantado recursos para ofrecer remuneraciones significativas a sus trabajadores y un poco más allá de los beneficios que obliga la ley.
Lo que queda, a pesar de los obstáculos, es la satisfacción de hacer un buen trabajo
La lista de momentos de dichas y gozo, que vienen directamente de su trabajo, es mucho más larga que la de los malos ratos.
“Las caras de agradecimiento de madres que me abrazaban llorando porque finalmente encontraron a sus hijos, así como lograr la libertad de ocho menores de edad y poder entregárselos a sus mamás en las manos, son cosas te cambian la vida”
Dice Melanio mientras sonríe
Más serio, pero haciendo énfasis en el trabajo en equipo, Nizar se mantiene impulsado por las más de 1.200 personas que pudo ayudar durante las manifestaciones de 2014: “A mí me toco coordinar un grupo de 25 abogados y más de 100 activistas, con el apoyo del Centro de Derechos Humanos de la UCAB. También me apoyé en profesores y abogados egresados de la UNIMET y de la UCV. Juntos conformamos un gran equipo que atendió a las personas que estaban siendo arbitrariamente detenidas y que no tenían manera de ser asistidas, muchos de ellos eran agredidos o torturados”
Por su parte, Feliciano recuerda sus inicios como activista y se sorprende al percibir lo que ha logrado: “Ver como esas vidas de las personas que iban a mi casa a buscar un medicamento (año 1996) y ahora siguen viviendo, es lo más satisfactorio” dice.
Mientras que Venezuela vive una fuga de cerebros, estos tres personajes se rehúsan a dejar el país. Feliciano destaca que, una de las mejores cosas que se le ha pasado en el ámbito de la defensoría de los derechos humanos es: “El encuentro con una cantidad de personas extraordinarias que están haciendo maravillas en el Venezuela”.
El periodista venezolano Melanio Escobar, habla de la ONG Redes Ayuda, y de una aplicación que permite ubicar alimentos, medicinas y repuestos en Venezuela.
Escobar, explica como adquirirla y como usarla. En la aplicación pueden vender, intercambiar y/o donar medicamentos, al igual que recibir información de cosas que necesiten.
Recientemente me invitaron a un cine-foro referente al arte como forma de reivindicación social, en contextos políticos opresivos. Una actividad organizada por los amigos de Un Mundo Sin Mordaza en el marco de la apertura de su galería (#LiberArte). En esta ocasión proyectaron la película Persépolis, una de las más laureadas en su género, caracterizada por su mensaje libertario enmarcado en la revolución iraní de 1979 y sus frustradas expectativas de libertad para las generaciones siguientes.
La conversación posterior a la película, estuvo promovida por Melanio Escobar, promotor y defensor de los derechos humanos en Venezuela. Y de esa conversación surge la iniciativa de formularle una entrevista a través de la cual podamos conocer los pormenores de este tipo de lucha en la Venezuela contemporánea. De trato pausado, con un especial sentido analítico y contagiante sentido de la esperanza en el futuro, Melanio me concedió la siguiente entrevista.
¿Para los que no te conocen, qué es un activista de derechos humanos? y cómo te calificarías desde lo que no eres?
M.E. “Un activista de derechos humanos es toda persona que defiende y promueve los derechos universales y fundamentales. Y eso puede ser desde muchos ámbitos, puede ser con manifestación, puede ser con apoyo a las víctimas, puede ser con registro de esos casos de violaciones a los derechos humanos. El activismo de derechos humanos no es político, aunque vigile la política, que es una cosa diferente. No es partidista. No está ligado a ningún sector de interés de poder, de algún gobierno, porque los derechos humanos son universales y son para todos, son inherentes al ser humano. Por ende, no podemos parcializarnos ante el trabajo que hacemos.”
¿En qué se diferencia el activista de derechos humanos en Venezuela al de los otros países que conoces?
M.E. “la diferencia no es mucha, en todos los países hay violaciones de los derechos humanos en mayor o en menor grado. No somos la tapa del frasco. Hay países como Bielorrusia, Ucrania, China, Rusia donde las violaciones de derechos humanos son muy fuertes, muy constantes y el ataque contra los defensores es igual o mayor que el que sufrimos nosotros. Por lo tanto las diferencias no son muchas. Más bien son las igualdades, lo que nos encuentra.”
¿Qué se necesita para ser un activista de derechos humanos en Venezuela?
M.E. “lo que se necesita es tener las ganas de ayudar a los demás, es simplemente tener esa vena altruista por donde corre la sangre de la justicia, de buscar el bienestar común y defender a los más desprotegidos aún cuando tu también seas un desprotegido.”
¿Cuál ha sido el momento más desafiante en lo humano en tu labor como activista?
M.E. “Poner buena cara ante los familiares de las víctima y ante las víctimas, cuando me toca escuchar sus historias para poder prestarles ayuda. Tener una cara amigable, despreocupada, una cara tranquila cuando las personas me están contando esas cosas tan horribles. Y dentro de mi surge la empatía a lo que están sintiendo y estoy tan o igual de triste y preocupado que ellos y aún así mantener la calma, para poder prestarles seguridad y apoyo.”
¿Qué le ha sobrado y qué le ha faltado al movimiento reivindicativo de los derechos humanos venezolano.
M.E. “Lo que le ha sobrado al movimiento reividincativo de los derechos humanos en Venezuela, es ganas y gente con muchísima voluntad. Le ha sobrado. Son muchas personas que luchan diaria y constantemente por la reivindicación de los derechos humanos. Ahora, qué le ha hecho falta a esta lucha? que colectivamente se cree mucha más conciencia sobre nuestros derechos. Un poco más de educación, un poco más de apoyo a la sociedad civil ante los trabajos que las ONG y las organizaciones de la sociedad civil realizan”
¿Existe una divisoria entre un activista de derechos humanos y un político?
M.E. “Una de las más marcadas -por no hacer este un tema tan profundo- pero que es una de las más evidente. Los activistas de los derechos humanos trabajamos para todas las personas por igual. Cuando un político trabaja, lo hace en pro de sus electores y la comunidad que lo sigue. Más allá de un panorama general, aunque eso es lo que se quiera pintar. Se entiende que trabajan por su lado y adversan a otros. Nosotros no adversamos a nadie, sino al poder cuando es abusivo.”
¿Cuáles formas de arte, son a tu criterio, las que más incidencia política pueden conseguir?
M.E. “La caricatura. Es una de las formas de expresión artística que pueden influenciar mucho más en la política, en las políticas públicas, en el comportamiento de los funcionarios, en los políticos en general. Ya que es una manera sencilla de abrirle la mente a un colectivo, a una parte de la sociedad que quizá no comprende tanto sus problemas. Y lo hace de una manera sencilla, y eso hace que las personas a su vez reclamen su derecho. Por eso, la caricatura es tan perseguida, tan denunciada, tan criminalizada y tan temida.”
Preguntas para respuestas de una palabra:
Arte
M.E. “Vida”
Política
M.E. “Problema”
Libertad de expresión
M.E. “Necesaria”
Justicia
M.E. “Inalcanzable”
Represión
M.E. “Constante”
Prejuicio
M.E. “Perenne”
Venezuela
M.E. “Hermosa”
¿Qué breves sugerencias le das al futuro activista que lee ahora mismo estas líneas?
M.E. “Armarse con la paciencia. Armarse con la razón y armarse con lo correcto, para enfrentar los problemas que se le puedan cruzar en el camino. Ya que es un trabajo que requiere de constancia, dedicación y de entender que los resultados no son tangibles ni tan rápidos como uno espera. A veces son muchos años antes de lograr una victoria en cuanto a la reivindicación de los derechos humanos. Por lo tanto tener mucha paciencia, constancia y respeto, por lo que se suscribe cuando emprendes la defensa de los derechos humanos”.
Con la conducción de Melanio Escobar (@melanioBar) y Rafael Uzcátegui (@fanzinero) sale al aire este domingo “Humano Derecho” a través de la web de runrun.es. Una propuesta de radio digital e irreverente que sonará bajo los acordes del rock y sus diferentes subgéneros.
“Humano Derecho” tiene como concepto transmitir, a través de la música, expresiones de la contracultura y el activismo.
Por esa razón, en todos los programas habrá conversaciones con invitados que rompen las reglas y crean, desde sus espacios, cosas para hacer de este un mejor mundo. Es gente interesante, soñando con un país distinto.
“Humano Derecho” pondrá a todos a actuar y tripear a ritmo del rock y la música hecha para romper guitarras. Así que desde el #19JL busca a los más destacados de este género por runrun.es.
El programa arranca con la participación del defensor venezolano de derechos humanos y presidente de Acción Solidaria por el VIH/Sida y Civilis, Feliciano Reyna, quien nos hablará de la música como medio para mover conciencias a favor de la lucha contra el VIH/Sida.
Reyna conversará también sobre su experiencia como activista. Escúchalo a través del canal de runrun.es, web que incursiona con este proyecto en la radio digital.
“Humano Derecho” te trae las opciones musicales que quieres oír, pero que por alguna razón no escuchas con frecuencia en las emisoras locales. Asimismo, contará con sus propios perles en redes sociales para una mayor interacción. Es una producción del Programa Venezolano Acción-Educación en Derechos Humanos (Provea) y la Organización Redes de Apoyo.
A este trabuco se suma Rafael Cadavieco, quien colabora en la grabación, edición y montaje.
Melanio Escobar es periodista independiente, activista de derechos humanos, fundador de@redesayuda y co fundador de YeaLab. También es productor audiovisual y actualmente se desempeña como Coordinador de Comunicación en la ONG Civilis.
Rafael Uzcategui es sociólogo, periodista independiente, defensor de DDHH y coordinador general de Provea. Se dene libertario y antimilitarista.
Síguele el rastro por @_humanoderecho y facebook/humanoderechoradio. Si quieres escuchar los archivos
del programa visita http://www.humanoderecho.com donde además te enterarás de noticias relacionadas