Debo contarles algo personal. Crecí en Montalbán y aunque no es un barrio directamente, sí está rodeado de varios. Por un lado Antímano, por el otro La Vega; bien cerquita también está La Coromoto y la un poco más allá El Guarataro. Esto hizo que me formara – y viviera – en una suerte de limbo social: para los sifrinos siempre he sido un malandro y para los malandros soy un sifrino. Así de simple.
Durante mi adolescencia viví en una Venezuela muy diferente a la que tenemos hoy, una de las cosas que me daba más miedo de andar en la calle era el regaño de mi mamá por andar inventando. Tuve la oportunidad de presenciar varios linchamientos, ya que bueno, el crimen siempre ha existido y la gente arrecha también. Debo salvar las distancias de la brutalidad de los delitos y la forma dantesca en la que el hampa arremete contra sus víctimas. Pero sí, un celular, un par de zapatos o una billetera a mis 15 años eran objeto de deseo para los choros. Esto provocaba que la colectividad se uniera, atrapara a los malandritos y en cambote los golpearan. En serio, recuerdo haberlo visto al menos unas 20 veces – durante mi niñez y adolescencia – a la luz del día y de manera casi tan brutal como hoy.
Hay varios factores a considerar: el primero es que este acto medieval de linchar como si fuese una piñata a una persona que, presuntamente, ha cometido un delito, estuvo calmado por mucho tiempo, en principio por el desmedido crecimiento en el armamento y mezquindad de los delincuentes. Nadie se atrevía a reaccionar por miedo a la muerte. El segundo factor es que a mis 15 no existía una cámara en cada bolsillo de los ciudadanos, es por esto que veo con asombro a estos intentos de políticos que comparten en sus redes los vídeos de estos linchamientos con titulares escandalosos: «El gobierno va a caer», «esto está que estalla». Y veo aun más con asombro que un contemporáneo nunca haya presenciado algo así.
Esto siempre ha pasado, solo que ahora se graba y se hace viral. Lo que de verdad se debe ver no es que esto sea un síntoma de la caída del régimen, en realidad es una consecuencia provocada desde arriba. Un ejemplo: hoy en día la misma GN se desliga de sus responsabilidades y entrega a los capturados para que sean golpeadas por la gente, y por ende, la gente poco a poco se va convirtiendo en lo que tanto critican: en delincuentes. Con esto el Estado se lava las manos y tú te las ensucias de sangre. La venganza jamás será el sinónimo de justicia. No seas parte de las barbarie, no seas un criminal. Es en estos momentos de degradación social cuando debemos esforzarnos en ser mejores seres humanos.