Hace poco tomé la decisión de no comprar más jamón de pavo, está llegando tan pobre de calidad que en 3 días se pone baboso. También dejé hace mucho de hervir agua para uso en alimentos y bebidas, el fondillo de residuos que tiene da asco (y seguro enferma). También he dejado de tomar un trago ocasional porque entre los precios y la delincuencia no provoca salir a ningún lado. Otra cosa que he puesto de lado son las preferencias, me gusta la crema dental de 3 colores, ahora uso la que consiga, me gusta el pan de granos, ahora consumo el que puedo pagar. Me voy amoldando. He dejado de ir al médico por miedo a que me diagnostiquen algo sin tratamiento en Venezuela, que puede ser hasta una gripe… He dejado de soñar en un futuro para vivir el día a día, he dejado.
He dejado pasar mis años productivos, mi abuelo decía: «Quien no ha hecho dinero a los 40, ya no los hizo.» Esta semana cumplí 30 años y no tengo nada, solo tengo una conciencia limpia, donde nunca he visto 1$ del Estado, ni siquiera Cadivi he usado. Sobreviví a la corrupción de Estado, hasta eso he dejado pasar. Lo que no puedo dejar ir es la indignación que me produce que mi hijo de 3 años diga que le tiene miedo a los malandros; con esas palabras, con miedo. Él ha dejado de temerle al coco para temerle «Al Coki.» No puedo dejar ir el dolor que me produce la muerte de dos niños en una semana a manos del hampa: uno por una «bala perdida», otro por la onda expansiva de una granada. No puedo dejar ir el recuerdo de mis amigos asesinados por la violencia en las calles, sus nombres se mantienen vivos en mí cada día que pasa: Yani, Rachel y Fedor. No puedo abandonar la tristeza que me produce la cantidad de peticiones de medicinas en redes sociales: «Urgente para mi papá que sufrió un ACV», «Para mi abuela con hipertensión que necesita…» «Mi dijo requiere un antibiótico y no se consigue.» Sencillamente me destroza.
He dejado pasar muchas cosas, como estas palabras de Napoleón Bonaparte: «Cuando veas a tu enemigo equivocarse no lo interrumpas.» Tengo que dejarlas pasar porque estoy harto de la sangre, de la muerte, de los gritos y la desesperación. Es por eso que le digo al régimen: aprendan a leer calle. El único muro de contención social que existe se llama referendo revocatorio. Si la calle no les a tocado la puerta es por la esperanza de un cambio pacífico y democrático como lo es, en su mayoría, el pueblo venezolano. Leer es gratis no hacerlo puede salir caro.