Fuente: Suburbio
La lógica, es una palabra que golpeamos con el duro peso de La Fe, sin importar la situación en la que nos encontremos, preferimos quitarle las patas al pez de Darwin y poner «Jesús» en su interior. Muchos de los que consideran que los indígenas practican supersticiones y no religiones son cegados por la suya propia, consideran que adorar al sol, la lluvia o las estrellas es estúpido y herejía, pero venera a un hombre de hace mas de dos mil años que entre sus habilidades además de la de carpintero estaba la de mago, es decir: Al demonio la lógica.
Abro y cierro el pasado párrafo con las mismas palabras porque quiero dejar en claro que no estoy tratando de cuestionar las creencias de nadie, solo llamo con un ejemplo al sentido común en letargo que muchos tienen por dentro. Es como cuando pagamos 20 Bs. más por papas agrandadas, nos dan un empaque de mayor tamaño con la misma cantidad que trae el pequeño pero no reclamamos.
Hay gente que se entrevista con personas que aclaman estar en contacto con los espíritus, que con la lectura de un tabaco en el interior del rancho más alto del barrio les podrá hablar de su futuro y fortuna ¿Crees que si esa persona pudiera saber eso viviría ahí?, entre otras cosas, aquel que hace la calcomanía de «Jesús de Nazaret» que pegas en tu carro con esperanza de que lo proteja de robos y accidentes, es el mismo tipo que hace las de Piolín pintando palomas, Tazmania y la de muñequito + muñequita + marca de camioneta + cervezas = follar, ¿Cuánta santidad hay en ellas? Es decir: Al demonio la lógica.
Nos parece demasiado caro pagar 20 Bs. por ver una banda tocar en vivo, personas que invierten su vida y dinero en desarrollar un talento para el deleite del espectador, pero al indigente que se para en la calle, el cual te grita de lejos «Bien cuidao» si se le dan sus 50 Bs. Aun y cuando sabemos que no está resguardando el carro.
Así funcionamos con respecto a la coherencia del mundo que nos rodea, y es que el ser humano parece haber nacido en él sin sentido, es parte de lo que nos caracteriza y esclaviza al mismo tiempo: elegimos políticos que no sirven, parejas que no funcionan y le echamos azúcar al jugo de piña.