Como un amigo decía hace poco: «Tú partes del principio de que son inteligentes, por eso no entiendes lo que pasa.» Esto, justificando de alguna forma las decisiones de quienes gobiernan al país y, si a ver vamos, debe tener razón; por lo mínimo, mucha luz no han de tener, aunque no culpemos al Guri, sino a años de revanchismo y patanería ideológica «pastichera»
Escribo esto desde la más profunda indignación. ¿Cómo es posible que exista un «ministerio de agricultura urbana»? Toda una estructura burocrática e inerte pretende que los ciudadanos suplantemos la adquisición de productos en establecimientos con la siembra y creación de conucos en casa. Es cinismo del más puro ¡Por favor!, este tipo de cosas son una elección, no deben ser nunca una necesidad. ¿Cómo es posible que de no haber pollo en el mercado, inciten al criadero en casa? ¿Qué paso con las más de 5 millones de hectáreas de tierra productiva que exportó el Gobierno?
Ni en el colegio se me dio el germinador de caraotas en frascos de comportas y por los vientos que soplan, a mi hijo tampoco se la darán, porque no hay ni una ni la otra. ¡Ni la experiencia del fracaso como agricultor va a poder disfrutar! Y pretenden que convierta mi casa en una mini finca ya que lo único que producen es inflación y misera. Esto me lleva a preguntar: ¿cuál casa? Venezuela es el país de la herencia. Los jóvenes no solo se van por la falta de oportunidades, la delincuencia, la impunidad, la inflación, la escasez, o el simple hartazgo de tener que soportar a estos indolentes bailando el carnaval en cadena nacional, mientras hay niños que pidan medicinas oncológicas a gritos de dolor. También se van porque es imposible y, repito, imposible para alguien adquirir o rentar una vivienda digna donde forjar un futuro. El salario simplemente no da. ¿Dónde diablos vamos a sembrar? ¿En la ventana con la ropa guindada gracias a que no se consigue el repuesto de la secadora? O quizá podríamos hacerlo al lado de la cuna del nuevo sobrino, cuyos padres duermes en la colchoneta al lado de la cama de la abuela. Está bien, utilicemos el único baño del apartamento para los pollos; total, hace rato que para bañarse no es tan útil.
La desconexión de nuestra dirigencia con el padecer nacional es tal, que cuando Maduro en cadena, entre los chistes menos carismáticos que existen, lanzó la pregunta a si tren ministerial para darle introducción al aumento del precio de la gasolina: «¿Qué cuesta hoy 2 bolos?», algún zángano gritó: «¡un Toronto!»… Me disculpan el «francés», pero ¡el recontra coño de su madre! ¡Un Toronto cuesta por lo menos 140! Ojo, si lo consigues. Todavía hay quien aplaude a la ministra de agricultura urbana, muy ecosocialista. Ministra, con todo respeto, vaya y plántese en el Amazonas o en la Sierra de Perijá, donde el Estado, en un accionar desesperado por salir de la crisis que la corrupción ha dejado, ha empeñado en la minería nuestro medio ambiente y la vida de nuestras comunidades indígenas. Yo le presto la maceta para que se siembre allá.