Editorial: Quienes van perdiendo son los otros
Desde abril hasta agosto del 2017, Venezuela experimentó un ciclo de movilización ciudadana que los grupos de los Derechos Humanos hemos denominado “Rebelión Popular”. Esta experiencia se caracterizó, entre otras cosas, por una extensión cronológica y territorial nunca antes vista (4 meses en 23 estados); la participación clasista e intergeneracional; su carácter propositivo y pacífico; aunado a una vocería difusa y compartida entre la sociedad civil y algunos representantes del poder legislativo. Este proceso se manifestó en una participación decidida de la población y en la consolidación de referentes de cooperación ciudadana como las Unidades de Primeros Auxilios (UPA) también conocidas como las “cruces” y sus múltiples colores afiliativos; así como el reconocimiento y promoción de las garantías presentes en la Constitución de 1999; y el rol institucional desempeñado brevemente por el Ministerio Público.
En respuesta el Ejecutivo convocó de forma inconstitucional una Asamblea Nacional Constituyente cuyo terrible saldo represivo se tradujo en 139 victimas fatales, 5326 personas detenidas; de las cuales 1048 están siendo juzgadas, de ellas 655 en tribunales militares siendo civiles; arrojando 676 nuevos presos políticos, la cifra más alta de privados de libertad en la historia republicana.
La participación de grupos paramilitares en la contención de las concentraciones, así como las agresiones y destrozos de la propiedad privada por parte de los organismos de seguridad; se tradujo en una paulatina pero ficticia desmovilización de la población, por lo que explicaremos a continuación.
La participación de las personas en las múltiples expresiones de protesta fue generando la articulación de lazos de afinidad y complicidad entre los participes de las protestas y las comunidades. Que se traduce en un fortalecimiento del tejido social que había sido desplazado y cooptado en el paso por el gobierno de Hugo Chávez. Es por ello, que la supuesta pasividad en las calles, se está transformando en un momento de internalización de los valores democráticos, en su profundización y sobre todo en la concertación de la mayoría de los actores sociales en el respeto y reconocimiento de los derechos consagrados en la Constitución.
En resumen, aunque los resultados del 15 de octubre no fueron los esperados, como sociedad civil no podemos escatimar en herramientas de participación. No hemos perdido, hemos ganado mucho y debemos seguir adelante en la promoción y defensa de los espacios de participación y de reconocimiento de las diferencias y valores democráticos. Aunque llegó el invierno pronto estaremos de nuevo en primavera.
Rodolfo Montes de Oca @romontesdeoca