Mientras que la selección nacional juega contra Brasil en Mérida, periodistas de la fuente futbolística que acompañan a la Canarinha tuitean fotos de cómo en el baño del estadio, donde se lleva acabo el partido, la gente tiene que lavarse las manos en un tobo porque el agua corriente simplemente no existe. Al mismo tiempo, en la hermana República de Colombia, donde me encuentro en estos momentos completando unos proyectos académicos con la Universidad del Rosa rio, no solamente es que siempre existe el servicio de agua sino que es potable, puedes darte una ducha y al mismo tiemp0 saciar la sed, o puedes hacer unas arepas con harina PAN hecha aquí en Colombia y mezclarlas directamente del grifo de la co cina; detalles que conforman lo que significa lo mínimo de calidad de vida que un ser humano debería tener garantizado. Afortunadamente, no es la primera vez que salgo del país pero el nivel «extra» de sorpresa se agrega por el hecho de ser fronterizos, por tener tanto en común, por quedar a menos de 2 horas en avión y que existan diferencias tan abismales entre los dos. Aunque no es gratis. Colombia estuvo muy mal, muy muy mal por mucho tiempo, pero decidieron cambiar, poner manos a la obra, derrotar a sus demonios políticos, sociales y económicos por todos los lados, en espe cial desde la sociedad civil. El comportamiento de los ciudadanos es fundamental para el desarrollo en progreso de esta nación.
Un ejemplo claro: luego de la victoria del NO en el plebiscito, ves cómo comunidades de todo tipo, miembros activos de la sociedad civil han organizado y han hecho una gran variedad de actos, manifestaciones pacíficas, marchas, encuentros y demás formas de demostrar su voluntad por el SÍ a pesar de haber resultado perdedor en la votación. Ese tipo de actitud genera cambios, crea ronchas en las cúpulas de poder, obliga a cambiar decisiones, actitudes y va moldeando una sociedad. No se trata de imponer un pensamiento sobre otro y, la verdad, no sé si estas acciones lograrán algo en cuanto al acuerdo de paz en Colombia. Lo que sí sé es que luchan por lo que creen correcto, sin pisotear a nadie, mostrando su punto de vista, su preocupación y tomando acción para abatir y eliminar de una buena vez la desmotivación.
En Venezuela debemos aprender de este ejemplo. Por más que el caos y la destrucción nos rajen la cór nea en cada esquina, tenemos que conseguir la forma de sumar todas nuestras voluntades sin tener que esperar una dirección partidista para eso. La sociedad civil es suficientemente fuerte por sí sola; no tendría que seguir agendas ni limitarse a las convocatorias. Podría mostrar el camino que hay que seguir para lograr la libertad que tanto anhelamos, la que el gobierno de Ni- colás Maduro, su predecesor Hugo Chávez y esa pandi- lla de delincuentes que los han rodeado por tantos años nos ha quitado para conseguir que Venezuela vuelva a ser la reina consentida de América Latina, para que vuelva a ser nuestra Venezuela bonita.